Ahora que baja la temperatura en este hemisferio (mientras en Chile y Australia están al inicio del rico verano - qué envidia me dan Constanza y Marissa en estos momentos), los olores merman un poco y dan paso a los ricos aromas… claro, eso es porque uno corre de guarecerse de un lugar a otro y el aire frío congela un poco tus fosas nasales en el trayecto, no te da tiempo de percibir gran cosa... para algunos; pero es bien sabido que para todos el calor exacerba el sentido del olfato. No, no creo que sean las hormonas, las feromonas se sobresaltan más bien en primavera, afortunadamente. Pero no, no necesariamente.
Recuerdo que en un programa infantil, en la primera mitad de los años ochentas, la animadora preguntaba a los niños cuál era su aroma favorito y cuál el olor que más les desagradaba. Su teoría era –vaya que puse atención a ese programa- que se denominaban aromas a esencias agradables, mientras que los olores son las desagradables: flores vs. basura, pastel de chocolate vs. baño público, ropa limpia vs. los zapatos del hermano eran las respuestas de los niños del público. Y cada estación del año tiene aromas y olores propios, y sin embargo hay algunos que siempre estarán ahí durante todo el año, afortunada y desafortunadamente.
“It’s a blessing… and a curse” (Monk).
Mi nariz gobierna muchas de mis actitudes y decisiones, de mis acciones y mis voluntades, incluso mi estado de ánimo. Ése Patrick Süskind sabía de lo que escribía, pero no creo ir matando gente por ahí, aunque ganas no me faltan. En su lugar, he decidido “fusilarme” otro personaje, de la TV y made in México. Me inventaré un “sistema ahuyentativo rociador-aspersor moja-cacatúas chimeneícas” (del Dr. Chunga, ¡muajá!).
Ellas, son las dos, tres o cuatro mujeres que salen diariamente al pequeño patio trasero de su lugar de trabajo, que desafortunadamente está debajo de mi balcón, que da a las dos ventanas más grandes de mi depa, las dos ventanas donde se filtra la peste de la nicotina a mi dormitorio y la sala de estar. Qué catártico me resulta elucubrar estas estrategias …como quien se hace puñetas mentales.
Y esque no todos los que vivimos en Barcelona meamos en la calle, ni todos fumamos, o prescindimos del uso de desodorante, ni todos dejamos en la acera las gracias de nuestro Firulais. ¡Una mica de civisme, si us plau!
No cabe duda que cada ciudad tiene sus aromas y sus olores, de ahí lo de “Guadalajara, Guadalajara, hueles a pura tierra mojada”… y en el caso de Torreón sería algo así como “hueles a pura metalúrgica desprendiendo plomo” o a “piel tatemada en este verano de 40 grados”. Y mi memoria olfativa se rehúsa a acudir al loquero y desprenderse de sus traumas, peor aún, adquiere nuevos acumulando más basura.
Mmmh, creo que ya sé de dónde viene la peste…
3 comentarios:
Hola Lulú!
Que buena que tu papá haga el carrot cake.Mi concuñado es bueno también para cocinar y le quedan muy ricos los queques.Encuentro genial que se motiven a cocinar y no sea todo fútbol el fin de semana.
Respecto a tu post,que asquerosos los de Barcelona ya lo había escuchado también que subirse al metro es un asco porque como que el desodorante no los acompaña.
Un abrazo y un poco de calorcito desde la primavera!!!
Sería mejor que oliera a Tabaco y Chanel. Pero ya es mucho pedir.
hola
que buen post. yo insito, escribes super hiper bien.
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