martes, 16 de octubre de 2007

Why, feeling nostalgic about St. Louis?


We, Raul and I, used to live in the Central West End neighborhood, near to Med Campus – where the Barnes and Jewish Hospital, Children’s Hospital and school of medicine are. We had Forest Park half block away from our building, where summer time was so enjoyable when visiting the zoo, or jogging, riding a bike, spending a nice evening at the Twilight Tuesdays in front of History Museum, or ending the heat wave with a balloon race in mid September, just before welcoming the fall with the digital camera ready to capture the reds, yellows and oranges from the trees…

The activities at “The Loop” included going to the movie festival at Tivoli theatre around November; the dining out at places like Blueberry Hill (and later going downstairs for a concert listening to … Chuck Berry!); buying some goodies at the chocolatier - that probably wasn’t too local for the Saintlouisians to visit that often, but became one our favorite stores. And of course, only at The Loop you could find the one place to have “floats” (root beer with five scoops of vanilla ice cream – have it once and it’ll be enough, believe me).

American holidays never came to my attention until 2002, when I started what I call the “Labor Day weekend marathon” with the great feasts at the Greek Festival at St. Nicholas Orthodox Church; or the Japanese Festival at the Botanical Garden.

Apple, peach or strawberry picking at the farms; wine tasting and picnics at the wineries and yes, watching the cherry blossoms at the Japanese gardens were the perfect scenarios to mingle with friends and their families; with WUSPA members or “my kids”.

Of course I could tell loads more about it... although that book with all its different chapters is closed now, only to be opened when feeling nostalgic, like today.

domingo, 14 de octubre de 2007

En Barcelona


El ansiado arribo a mi nueva locación se da un 29 de junio de 2007, más o menos a eso del medio día. No sé si podría llamarla mi nueva residencia…. Aunque sí que lo será por los próximos seis meses…

Tomo un taxi, pero antes echo un vistazo buscando a un hombre de un metro ochenta -más o menos- que lleve un pantalón y camisa de lino, unas patillas crecidas y un sombrero “panamá” como le llaman los gringos. Pero no, nadie lleva sombrero excepto alguno que otro turista despistado que se ha creído que el sombrero de charro es un buen souvenir típico español.

Estoy en la fila para tomar taxi, entre turistas y españolitos regresando a casa, y justo antes de que sea mi turno de “coger” el taxi –si, acá las cosas se cogen, no se agarran ni se toman-, me doy cuenta de que no traigo euros si no dólares…. De vuelta al interior del aeropuerto.

Ya en el piso –sí, en el piso, ya no puedo decir “depa”- boto las maletas por ahí y me tumbo en la cama a esperar los efectos del jetlag…. ¿Qué? Jetlag es jetlag aquí y en China ¿no?

Pasados treinta y cuatro días acá, la actividad sigue siendo la misma…. Personas que van y vienen con un sentido fijo, una rutina, una vida, inventada, aburrida, obligada, pero al fin una vida. Vaya, algo que hacer.

Lo mío mas que rutina es un aburrimiento repetitivo. “No es depresión, es desgano crónico…” me repito cada vez que me levanto de mi asiento para ir a buscar un vaso de agua o ir al baño, o ir al baño porque tomé demasiada agua, para después ir por algo de tomar porque ya me dio más sed.

Casi nueve años en Estados Unidos me dejaron hábitos muy, ¿qué calificativo ponerle? pues muy, pero muy diferentes a los que ahora tengo que adoptar acá…

Y esque eso de los cambios inesperados lo agarran a uno desprevenido (¡lo cogen, lo cogen!)

A ver, ¿y por dónde empezamos para poner orden en este desgarriate?

“¿No te gusta soñar?” me pregunta…

“Ya no” respondo.